martes, 14 de mayo de 2013

El porqué de Pao.

Paola Danaé Ruiz Carrasco.

18, 10, 12. Números, fechas, desgracia. Una librería, un viernes, un chirrido de llantas. Todo lo que recuerdo después pasa en enfoques desenfocados, con música muda en el fondo; como en una película. Me veo a mí misma corriendo en la calle para llegar a él; a él, tirado en el suelo de la irresponsabilidad con la colorada decorando su ya débil cuerpo cual obra de Tarantino. Ella en lágrimas y desesperación. La gente empezaba a congregarse alrededor de él.
Después recuerdo haber hecho llamadas telefónicas mientras su voz emitía sonidos, quejidos. Llegó la policía, la ambulancia, la gente. Más gente. Una llamada a su mamá, a la mamá de ella y a la mía. “Alan, no te vayas”, “¡Alan, no me dejes!”, repetía mientras rebotaba en la parte de atrás de la ambulancia. Ahí fue cuando recordé 1998, México D.F., 6 de Febrero. Llantos, gritos, horas de parto y un quirófano. Cordón umbilical enredado y un sano crecimiento de 9 meses. 9 meses para las milésimas de segundo en que mis pulmones se llenaron de aire al empezar a llorar.
Y ahora, sin 9 meses de dolores, sin un quirófano, las lágrimas no salían, ahí estaban pero no salían, parecía que acechaban el momento perfecto para derrumbarme.
Veía mi vida mientras veía la suya. Mis papás y yo en las carreteras recorriendo México, mi escuela, mis empalagosas maestras con lentes, mis rodillas siempre raspadas y mis brazos siempre moteados por moretones, mi primaria, mis gatos, mis alergias, el nacimiento de mi hermana, el de mi hermano, la traumática crisis económica en mi casa que causó la separación de mis padres, mis difuntos familiares, las personas que me marcaron, las primeras mariposas en el estómago, las más recientes, mis libros, mis pasiones y mis miedos. Nos veía leyendo con 7 años libros de dinosaurios; ya éramos todos unos lectores, al menos así nos sentíamos.
“Pásame el algodón”, la acelerada voz del paramédico me despertó. Luces blancas, papeles, preguntas, sus papás, los de ella, abrazos, pero las lágrimas ahí seguían, sin salir, sólo esperando; y escogieron el momento trágicamente perfecto: mi madre entró por la puerta y volví a 1998, lloré como si de eso dependiera mi vida de nuevo.
Los días pasaron, la vida también. Ya no estaba, ya no más. Una semana de esperanza, unos minutos de silencio y la tristeza aquí sigue. Aunque la vida pasa, corre y no se detiene por nada ni nadie y justo cuando el hoyo estaba más negro Inglaterra amplió mi mente y mis horizontes.
Así es señores, Inglaterra. ¡12 horas de vuelo! El trasero entumido valió la pena. El frío, ¡el rollo para encontrar nuestras habitaciones! El horario, las horas de comida, los asaltos de frutas y pan en el comedor, las presentaciones, los acentillos, las nuevas amistades, la emoción de ver un paisaje tan rico con las pupilas dilatadas, sentir el frío con cada una de tus pestañas hasta ya no sentir ni los dedos de los pies. Escuchar una y otra vez ésa canción y saber que en 10 años al volver a escuchar ésa canción recordarás ése momento.
Horsham, Brighton, el metro, Oxford, Oxford Street, el tren, todo tan limpio, tan pulcro. Música en cada esquina, frío en todos lados. Lo difícil ahí era encontrar algo feo. Incluso alguna persona fea.
Todo era como en las películas, con las casas rústicas, los árboles altos y grisáceos. Era como vivir una escena de Harry Potter. Pero en cuanto te acostumbras a algo se acaba. Adiós calefacción en el cuarto de 8, adiós acento británico, adiós caminatas en la noche para llegar al edificio de nuestras habitaciones, adiós comida a las 12:30 de la tarde con agua simple y papas (eso nunca faltaba), hola de nuevo avión, hola de nuevo México.

Todo lo que vives te marca y tiene cierta reacción: Teoría del Caos. Todo lo que vivimos nos moldea, a veces muy suave, a veces con púas, pero gracias a eso, a ésos pequeños o grandes baches, somos lo que somos. Reaccionamos como reaccionamos. Con Dios o sin él, hay un por qué de las cosas y éste es el mío.

Ahora terminamos secundaria. Qué nervios. Tres años de lágrimas, risas, peleas, muertes. Éstos tres años los recordaré, es maldición. Mis papás se separan, mis hermanos lo sufren, la economía cae, se restaura, mi familia materna se desintegra, la paterna se aleja, ¿amigos? ¿Qué es eso?, hipocresía, mentiras, abandonos. Nuevo año, nuevas cosas, nuevos sentimientos, el amor. Oh, maldito amor, carajo; ésa cosa que te mata para revivirte, ésa sensación de ver a alguien a los ojos y saber que siente lo mismo por ti. Y el último año, ¿qué puedo decir? Extraño a Alan, como a nadie pero, gracias a la lectura y una que otra cosilla, sé que nada es bueno o malo, sólo es la perspectiva y cómo te afecta a ti como individuo. Crecí, maduré aún más, sigo siendo la pieza que resalta o no entra en el rompecabezas.  Me enamoré. De nuevo. “Caer y levantarte”, debería de ser un propósito en la lista de Año Nuevo.

Éste es mí porqué.

miércoles, 8 de mayo de 2013

” Hay chavos que tienen un concepto de su mujer ideal, la cual, carece de intelecto; pero tiene proporciones en su cuerpo que compensan la falta de sesos.

Y luego estoy yo y otros más, los cuáles pensamos que el físico no se compara con la primera sonrisa, los que jamás hemos pensado en “Cómo quiero que tenga el cuerpo mi chica ideal”.

Durante los siguientes meses, me di cuenta que las respuestas llegan por arte de magia. Te veía y era justo así: “That body. It seems so perfect to me. I could kiss it from head to feet.”

Una muchachita muy vivida.

“Es una muchachita muy vivida” dicen ellas, las mamás de ellos. “Es una muchachita muy vivida” piensan los profesores.
“Es una muchachita muy vivida” hablan las mujeres.
“Es una muchachita muy vivida” opinan ellos.
“Es una muchachita muy vivida” pero ¿qué creen? YO NO PEDÍ SERLO.
No pedí madurar tan fríamente y tan rápido. No pedí perder la fe en todo lo que puede mantenter al humano en pie. No pedí perder a nadie, ¡no lo pedí! Y sí, lloro; y sí, fumaba; y sí; tengo criterio propio y argumentos suficientes como para mentener conversaciones y debates con personas que revasan mi edad muy notoriamente ¡¿Y?!
No le venderé nada a su hijo, ni lo convenceré de ser como yo. No debería estar mal visto tener nuevas ideas y la falta de temor para expresarlas y defenderlas. No por ser así soy una zorra, ¡primero sepan insultos que valgan la pena! Después tal vez su palabra tenga algún sentido.
Soy la perra de la que tu mamá te advirtió te cuidaras. Soy la voz que alguna vez fue una Revolución. Soy el momento que te incomoda, la historia que te quita el sueño. Soy la pérdida, la miseria, el orgullo, la tristeza.
SOY OTRO MALDITO SER HUMANO, no otra muchachita muy vivida.